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i història de Manresa

Les 140 cartes de Daniel Torra i Ferrer al seu germà Albert
(octubre 1937-març 1950)

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30/5/1942

Daniel Torra           Rusia

Albert Torra           Manresa

Querido Alberto:

Ayer después de haberte escrito a ti la carta que probablemente recibirás junto con ésta, viviendo en el plan salvaje más puro —unas alpargatas y los calzoncillos por único atuendo— a las 10 de la noche cuando aquí empieza a obscurecer escribí a Andrea la carta que voy a transcribirte. Por una casualidad —hablábamos Paladini y yo, Paladini es el ayudante, de la carta que él acababa de escribir— y por teléfono le leí la mía. Varios teléfonos en derivación, estando a la escucha varios oficiales, —¿recuerdas a Barrau?— oyeron la lectura y fueron tantos los elogios y tan grande el revuelo que armó que he decidido mandártela. Si no vale la pena suya es la culpa, y también un poco tuya por alentarme. De todas maneras, lee:

“Rusia tiene dos colores. Y a veces tres. Y su momento cumbre es el atardecer de un día claro. Antes y ahora, este momento trágico de cada día que es el ocaso del sol, ha sido siempre de una belleza impresionante. Rusia tiene dos colores. Blanco y verde. Y no conoce más. A veces un tinte rojo ilumina el cielo cuando el sol se resiste a desaparecer y en una agonía inútil tiñe de sangre el horizonte. Entonces Rusia, esta Rusia eterna, de campos, y aguas, y árboles, es roja, pero parece siempre que este rojo es de dolor. Y los ríos recogen este último esfuerzo del sol y tornasolan sus aguas para conservar el recuerdo. Entonces Rusia es divina. Es blanca en el invierno grande, fabuloso, que llega de improviso y desaparece también sin avisar, pero tan largo, que parece que ya nunca pueden terminar él y sus nieves.

Después, casi sin saber por qué, Rusia es verde. Todos sus campos, muchos, mojados y llenos de vida, se rebelan de la prisión blanca y revientan hierbas verdes sus prados. Pero es un verde mojado, fuerte, un verde único que no puede ser más que ruso. Pasó ya completamente el frío. Y hace incluso calor. Ahora ya tarde a las diez de la noche cuando aquí todavía es de día y ya no existen más que reflejos, todo adquiere más valor. Las pobres casas grises, empapadas del cielo del invierno, destacan sobre un cielo tímidamente azul. Unas franjas rojas puntualizan el horizonte, y el río juega con su arco iris de todos los días. Y pequeñas ondulaciones, perfectas montañas rusas de nuestra feria de niños, se extienden, siempre verdes, hasta ahogarse en las aguas de colores. Huele a tierra mojada el aire y emborracha la tierra llena de vida y deseos. Rusia, al atardecer, se llama Paz. Descansan los sentidos con la litografía quieta de un paisaje y no se pueden tener malos pensamientos.

Rusia tiene dos colores. Y a veces tres. Este tercer color sin medida y sin definición, color sin nombre de la belleza suprema.

Y obscurece más, un poco más, y más todavía, sin dejar nunca de haber luces que irradian los colores de este atardecer sublime, para entregarse lacios y enamorados en brazos de una Aurora triunfal que todos los días llega oportunamente.”

Y esto es todo, Alberto. Espero tu crítica sincera y justa si es que antes no se me han comido los mosquitos. Un fuerte abrazo de

Daniel