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Els mestres de la República a Manresa
Trajectòries, pedagogies i depuracions

El contexto educativo en Catalunya

La Escuela Nueva

La Escuela Nueva es el nombre que recibe el movimiento de renovación pedagógica que se inicia en varios países de Europa occidental a finales del siglo XIX o principios del XX y que cobija un conglomerado de teorías y métodos educativos que forman un movimiento amplio y diversificado. La renovación en la pedagogía y la metodología de la enseñanza que proponía se apoyaba sobre los principios de la pedagogía activa, en la que se daba la máxima importancia a la observación y a la experimentación, la confianza en los recursos del niño para aprender, la incentivación del aprendizaje crítico a partir de la observación de la realidad y la libertad en la elección de las actividades, al mismo tiempo que se combinaba con una gestión democrática del aula y la participación del alumnado en las decisiones que se tomaban. La Escuela Nueva pretende una educación integral del niño o la niña, por lo que se promueve tanto la educación intelectual como la enseñanza práctica y la educación moral y social; en la escuela niños y niñas conviven juntos en la misma aula porque la escuela les tiene que educar para vivir en sociedad. Esta manera de aprender era exactamente opuesta a la enseñanza tradicional basada en los métodos repetitivos y memorísticos, con un alumnado sometido a la rígida disciplina que imponía el profesor y a una estricta separación de sexos.

 

La Escuela Nueva quería lograr la educación intelectual, social y moral de los niños

 

Las primeras escuelas que se pueden inscribir dentro del movimiento de la Escuela Nueva se fundan en Gran Bretaña y en Francia a finales del siglo XIX y, a partir de ahí, fueron extendiéndose a otros países europeos. Según Josep Gonzàlez-Agàpito, se pueden distinguir tres etapas en la Escuela Nueva:

  • a/ De 1889 a 1900, creación de las primeras escuelas y primeras experimentaciones.
  • b/ De 1900 a 1918, período de intensa investigación, construcción y formulación de ideas y teorías de la educación nueva.
  • c/ De 1918 a 1939, expansión de la Escuela Nueva y creación de la Liga Internacional de Educación Nueva. Se consigue, además, el apoyo de la administración pública. Varias reformas educativas se inspiran en ella: Alemania y Austria en 1919, España en 1931, Bélgica en 1935, Cataluña en 1936 y Francia en 1937.

Algunos pedagogos conocidos de la Escuela Nueva que influenciaron en la educación de varios países, entre ellos Cataluña, fueron el estadounidense John Dewey (1859-1952), la italiana Maria Montessori (1870-1952), el belga Ovide Decroly (1871-1932) y el francés Célestin Freinet (1896-1966).

 

El contexto educativo español

No fue hasta mediados del siglo XIX, en 1857, que en España se publicó la Ley Moyano por la que se regulaba la enseñanza y los diferentes grados educativos. Esta formaba parte de la centralización absoluta con la que España intentó su modernización a lo largo del siglo XIX y partía de la idea de la imposición de sistemas rígidamente unitarios, calcados de la administración francesa, según los que se estructuraba la administración pública española. Junto a la organización de la enseñanza pública, el estado reconoció el derecho de la Iglesia, a través de sus congregaciones religiosas, a velar por la enseñanza religiosa dentro de la enseñanza pública y a crear centros de enseñanza privados.

A pesar de la estricta reglamentación legal del sistema educativo, lo cierto es que el Estado español mostró un evidente desinterés e incapacidad para alfabetizar y educar a la población, ya que hasta el año 1900 el sistema educativo no contó con un ministerio propio, cuando se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Hasta el año 1914 no se reformaron los estudios de magisterio estableciendo el Plan Profesional de Magisterio, según el cual, para estudiar de maestro, era necesario tener catorce años, superar una prueba de ingreso en la Escuela Normal y seguir cuatro años de estudios con una reválida al final.

 

A principios del siglo XX dos terceras partes de la población española era analfabeta

 

El índice de analfabetismo en España (dos terceras partes de la población en 1900) era escandalosamente elevado comparado con el de los países de la Europa occidental. La escolarización de los niños y niñas se hacía en edificios a menudo viejos y polvorientos, en aulas con deficiencias importantes en iluminación y salubridad, la preparación de los maestros era deficiente y, además, una buena parte de los niños no asistía a la escuela por falta de edificios escolares, desinterés de los padres, necesidad del trabajo infantil familiar o miseria económica. La escasez de los presupuestos municipales y estatales dedicados a la enseñanza hacía que la educación se encontrara en una situación absolutamente precaria al inicio del siglo XX

A pesar de este contexto general desastroso, en 1876 Francisco Giner de los Ríos fundó, en Madrid, la Institución Libre de Enseñanza (a través de la cual se dieron a conocer las ideas pedagógicas de Pestalozzi, Decroly y Dewey y se promovió una enseñanza laica), que preconizaba la libertad de cátedra, la eliminación de los castigos físicos y el aprendizaje por descubrimiento, y que además intentó conectar con las corrientes progresistas europeas de aquel momento.

 

La Escuela Nueva en Cataluña

La enseñanza en Cataluña a finales del siglo XIX, compartía el contexto general de atraso respecto a su entorno europeo que presentaba la enseñanza dentro del Estado español.
A principios del siglo XX el analfabetismo todavía era mayoritario entre la población catalana y muy parecido a la media española. La provincia con más personas analfabetas era Tarragona, con un 66% de la población, seguida de la de Lleida, con un 64% de población analfabeta, un 59% en la de Girona y un 54% en la de Barcelona. En el año 1930 estos índices de analfabetismo habían disminuido, pero todavía afectaban a una tercera parte de la población catalana.

 

La Escuela Nueva arraigó en Cataluña gracias a su estructura industrializada y a la existencia de una clase burguesa y una clase obrera cultas

 

Las propuestas de la Escuela Nueva arraigaron especialmente en el Principado, donde el proceso de industrialización (con todas las consecuencias sociales, políticas y económicas que comportaba) se encontraba más afianzado. Estas propuestas encontraron un amplio eco en una clase burguesa que aspiraba a una formación diferente y de acuerdo con las más avanzadas corrientes de la pedagogía europea y también en el sector más culto de la clase obrera que, a través del anarquismo, aspiraba a una enseñanza que sirviera para transformar la sociedad y las relaciones sociales.

El movimiento catalán de la Escuela Nueva hay que situarlo dentro del proceso de reconstrucción nacional que inició Cataluña, proceso al que sirvió el Novecentismo como movimiento político, social, artístico y pedagógico.

Dentro de la Escuela Nueva catalana se podrían distinguir, según Josep Gonzàlez-Agàpito, tres corrientes principales:

  • Una corriente ligada a la derecha nacionalista que articularon principalmente Joan Bardina, Joan Palau Vera y Alexandre Galí. Su realización más significativa se expresó a través de la obra de la Mancomunidad.
  • La corriente de centro-izquierda, adscrita al republicanismo nacionalista, fue la de mayor trascendencia en cuanto a la expansión de la Escuela Nueva, pues agrupó la mayoría del profesorado público. Durante la Generalitat republicana encontró en el socialista y catedrático de pedagogía de la Universidad de Barcelona Joaquim Xirau su articulador, junto a Rosa Sensat, Artur Martorell y otros.
  • La corriente obrerista, que criticaba al reformismo de la Escuela Nueva, y que encontró en el CENU una híbrida expresión, fruto del consenso al que obligaba la guerra.

En la implantación de la Escuela Nueva en Cataluña confluyeron esfuerzos de grupos sensibilizados de ámbitos diferentes:

  • La escuela privada burguesa que, por ejemplo, nutría el Colegio Mont d’Or.
  • El obrerismo, al que se dirigían los esfuerzos de la Escola Horaciana de Pau Vila y las escuelas racionalistas.
  • El magisterio público inquieto, del cual fue un buen ejemplo el grupo gerundense de las Conversaciones Pedagógicas.
  • El planteamiento global de política pedagógica de la Mancomunidad de Cataluña en el período 1914-1923.

La fecha que se podría considerar fundacional de la Escuela Nueva en Cataluña sería la de 1898, cuando Francesc Flos i Calcat (1856-1929) fundó la Escola Sant Jordi donde, entre otros cambios en el sistema educativo, se inició la enseñanza escolar en catalán.

A partir del comienzo del siglo XX se fueron sucediendo las iniciativas de fundación de escuelas que rompían con los esquemas de la enseñanza tradicional. En 1901 Francisco Ferrer Guardia (1859-1909) abrió la Escuela Moderna de Barcelona, donde se llevó a cabo una enseñanza inspirada en el librepensamiento, practicando la coeducación, insistiendo en la necesidad de la higiene personal y social, rechazando los exámenes y cualquier sistema de premios y castigos, abriendo la escuela a las dinámicas de la vida social y laboral, y organizando actividades de descubrimiento del medio natural. Los niños y niñas tenían una insólita libertad, haciendo juegos y ejercicios al aire libre, y uno de los ejes del aprendizaje lo constituían sus propias redacciones y comentarios de estas vivencias. Toda esta enseñanza se daba en castellano porque se interpretaba que esta lengua servía mucho mejor al espíritu internacionalista y de apertura al mundo que animaba al movimiento libertario.

 

El año 1898 se considera la fecha fundacional de la Escuela Nueva en Cataluña

 

En 1905 Pau Vila (1881-1980) creó en Barcelona la Escola Horaciana. Su lema era “enseñar deleitando”. Introdujo las visitas a museos y fábricas, la coeducación, los viajes y asimismo intentó estrechar la relación con las familias. El mismo año se produjo la fundación del Col·legi Mont d’Or por Joan Palau i Vera (1875-1919). En esta escuela trabajaron Manuel Ainaud (1885-1932), impulsor del Patronato Escolar del Ayuntamiento de Barcelona, y Eladi Homs (1886-1973), introductor de las ideas de John Dewey en Cataluña e inspirador de las primeras escuelas de verano; fue también la primera escuela donde se trabajó con el método Montessori. En 1906 Frederic Godàs (1879 -1920) fundó el Liceo Escolar en Lleida (la primera escuela laica de la ciudad) y en 1910 Alexandre Galí (1886-1959) dirigía la escuela Vallparadís de Terrassa, donde se adoptaron los centros de interés de Decroly. De esta manera empezaron a surgir escuelas nuevas en localidades diferentes de Barcelona donde, hasta entonces, se había concentrado el movimiento.

Además de estas primeras escuelas, el espíritu de la renovación pedagógica se extendió entre los maestros a partir de diversas iniciativas: en 1903 un grupo de maestros públicos encabezados por Silvestre Santaló (1875-1960), maestro de Camallera, organizó un encuentro en Girona (las llamadas Conversaciones pedagógicas) de maestros de la provincia para renovar la escuela. Estos encuentros se extendieron posteriormente a Figueres, Olot, Lleida, Tarragona y Barcelona; de ellas nació la Federación de Maestros Nacionales de Cataluña en el año 1908. Esta federación plantó una semilla catalanista y progresista dentro del magisterio oficial al adherirse a las teorías pedagógicas de la Escuela Nueva y propugnar decididamente la enseñanza en catalán, tal como se defendió en la asamblea de Tarragona celebrada en el año 1919.

Como la formación del profesorado del Estado español se mostraba deficiente para la nueva educación que era necesario impartir, en 1906 Joan Bardina (1877-1950) fundó la Escola de Mestres, la cual apostaba por la Escuela Nueva y una formación integral y además daba una formación complementaria a los maestros que salían de las Escuelas Normales de Magisterio. Simultáneamente, el Ayuntamiento de Barcelona inició el Servicio de Colonias Escolares para proporcionar unos días de vacaciones dedicados a las actividades al aire libre y al deporte para los niños.
Todo este movimiento que se fraguó en la primera década del siglo XX fue impulsado por la labor de la Mancomunidad de Cataluña; en 1914 esta institución organizó la primera Escola d’Estiu, impulsada por Alexandre Galí, para mejorar la formación del profesorado y esparcir las ideas de la Escuela Nueva. En 1919 se crearon los Estudios Normales de la Mancomunidad, que respondían al intento de configurar un futuro magisterio catalán y, en 1922, salió a la luz el Butlletí dels Mestres, fundado y dirigido por Alexandre Galí y del que el maestro de Manresa Josep Albagés formaba parte del cuerpo de redacción.

El Ayuntamiento de Barcelona, a través del Patronato Escolar, también se destacó en la difusión de las ideas de la Escuela Nueva y emprendió un ambicioso plan de construcciones escolares: en 1914 se inauguró la Escola del Bosc, dirigida por Rosa Sensat (1873-1961), en 1921 la Escola del Mar (dirigida por Pere Vergés (1896-1970) y destinada a la educación de niños con problemas de salud) y, al año siguiente, los grupos escolares Baixeras y La Farigola, donde los nuevos conceptos educativos se cobijaban en unos edificios escolares que respondían a los criterios arquitectónicos del Novecentismo. No se puede olvidar, en esta esquemática cronología de la implantación de las ideas de la Escuela Nueva en nuestro país, el florecimiento de las escuelas racionalistas impulsadas desde el anarquismo, la primera de las cuales había sido fundada por Francisco Ferrer Guardia y que continuaban extendiéndose por varias poblaciones de Catalunya.

 

Los progresos pedagógicos durante la República en Cataluña

 

Querían que el maestro y el niño fueran los primeros ciudadanos de la República

 

La proclamación de la Segunda República (14 de abril de 1931) ilusionó y llenó de esperanza a buena parte de la población. Los nuevos gobernantes republicanos creían firmemente que una buena educación escolar aseguraría la permanencia del ideal republicano. Querían que el maestro y el niño fueran los primeros ciudadanos de la República. El presidente Azaña afirmaba que “la escuela pública debía ser el escudo de la República”. En este sentido trabajaron los ministros Marcelino Domingo (radical socialista y antiguo maestro) y Fernando de los Ríos (socialista y miembro de la Institución Libre de Enseñanza), y también el director general de Instrucción Pública Rodolfo Llopis (socialista y maestro). Pensaban que invertir en educación era básico para modernizar el país y consolidar una sociedad democrática.

Los principios pedagógicos de la Escuela Nueva habían sido asumidos por los intelectuales y políticos republicanos españoles, y fueron introducidos en la Constitución republicana de 1931. La organización del sistema educativo se basaría a partir de entonces en los principios de la escuela unificada, gratuita, obligatoria y laica, donde se reconocía la libertad de cátedra y se proponía una nueva pedagogía basada en el trabajo.

Entre 1931 y 1933 se aprobaron decretos referentes a la enseñanza primaria, a la Escuela Normal de Maestros y a la escuela laica. En cuanto a la Escuela Normal es importantísimo destacar el nuevo plan de Magisterio (el Plan Profesional) que constaba de cuatro años de formación para ejercer el magisterio. Los tres primeros cursos eran de formación y el cuarto consistía en unas prácticas junto a un buen maestro. El objetivo era dignificar la enseñanza pública a través de un profesorado bien formado.

En Cataluña el apoyo a la República fue mayoritario y, además, iba unido a la ilusión por la recuperación de las libertades nacionales a partir de la consecución de un Estatuto de Autonomía que respondiera a los deseos de libertad de los catalanes. Los diferentes escollos que tuvo que superar el Estatuto de Núria (votado por una amplia mayoría de los catalanes en 1931) en el Congreso de los Diputados español hasta llegar a promulgarse el Estatuto de Autonomía de 1932, hicieron que la amplia autonomía a la que aspiraba el pueblo catalán se viera sensiblemente reducida.

En el Estatuto de Núria se establecía que correspondería a la Generalitat la legislación exclusiva y la ejecución directa en todos los grados de la enseñanza, pero en el Estatuto de 1932 se mantuvieron todas las competencias del estado central en enseñanza dentro del territorio catalán. El Estado español se reservó el derecho de seguir creando y manteniendo sus propias escuelas dentro de Cataluña y asumió todo el control de la organización escolar mediante el derecho exclusivo de expedir los títulos académicos y profesionales y la responsabilidad de la inspección de la enseñanza.

Sólo se reconoció a la Generalitat el derecho a crear sus propias escuelas, aparte del reconocimiento del bilingüismo en la enseñanza escolar; dicho de otro modo, el Estatuto de 1932 establecía una doble red educativa en Cataluña: la estatal y la de la Generalitat, con todas las consecuencias negativas que esto podía acarrear a la larga. Además, no se concedía ninguna dotación económica especial para que la Generalitat creara su red educativa sino que esta, en todo caso, tenía que confiar única y exclusivamente en su presupuesto. A pesar de esta limitación de base, la Generalitat de Cataluña recogió y potenció todo el bagaje educativo acumulado desde principios del siglo XX hasta llegar a formular y organizar uno de los planes educativos, el Plan General de Enseñanza del CENU, uno de los mejor estructurados y progresistas de la Europa de los años treinta del siglo pasado y en el que se incorporaban plenamente las mejoras pedagógicas y el modelo escolar de la Escuela Nueva.

La realidad escolar en Cataluña a principios de la época republicana era bastante diversa. Existía la red estatal de escuelas públicas y la Generalitat podía empezar a crear su propia red escolar. El Ayuntamiento de Barcelona, a través del Patronato Escolar, tenía su propia red de escuelas municipales. A las tres redes que podemos considerar públicas, se añadía una extensa red de escuelas religiosas masculinas y femeninas, así como las academias privadas y las escuelas racionalistas, muchas de las cuales estaban bajo la tutela de los ateneos. A pesar de la diversidad de escuelas, la tasa de analfabetismo en Cataluña era desproporcionadamente elevada para un país industrializado europeo; el analfabetismo afectaba a la tercera parte de la población y una cuarta parte de la población infantil en edad escolar no recibía ningún tipo de enseñanza, estaba mal escolarizada o corría por la calle.

 

La obra escolar de la Generalitat convirtió Cataluña en un país líder en la pedagogía en Europa

 

La obra escolar de la Generalitat fue enorme en el corto período de tiempo en que pudo actuar y a pesar de las dificultades que imponían las sacudidas políticas de este período. Un personaje clave en la ordenación de la política educativa catalana fue Joaquim Xirau (1895-1946) catedrático de lógica y teoría del conocimiento de la Universidad de Barcelona, nacionalista y socialista reformista. Gracias a su iniciativa se creó la Escola Normal de la Generalitat, en 1931, para formar a los maestros que debían nutrir la red de escuelas configurada desde Cataluña; fundó el Institut-Escola como revulsivo de la renovación de la enseñanza secundaria que, hasta entonces, había sido prácticamente impermeable a las ideas de renovación pedagógica y, además, estaba monopolizada por el Estado español; también creó el Seminario de Pedagogía, germen de la futura sección de la Facultad de Filosofía y Letras y Pedagogía de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Aprovechando el decreto de bilingüismo del 19 de abril de 1931, la Generalitat, el 7 de mayo del mismo año, creó el Comité de la Lengua, que fue el organismo encargado de organizar la normalización de la enseñanza en catalán, mediante la publicación y difusión de textos escolares y de la enseñanza de la lengua a los maestros; formaban parte de ella: Joaquim Xirau (como presidente), Manel Ainaud, Alexandre Galí, Pompeu Fabra y Cassià Costal. Pocas semanas después, en junio, el gobierno provisional de la República dispuso que en cada una de las cuatro Escuelas Normales de formación de maestros de Cataluña se estableciera una cátedra para el conocimiento y metodología didáctica de la lengua catalana; el filólogo Pompeu Fabra fue su nombrado inspector para asegurar la corrección lingüística de estas cátedras.

La Generalitat retomó las Escoles d’Estiu, restablecidas por la Diputación de Barcelona en 1930, tras el paréntesis de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que servían para la formación del profesorado y la difusión de las ideas renovadoras en la enseñanza. Estas escuelas de verano se celebraron hasta el año 1935 ya que la de 1936 se tuvo que suspender a causa del levantamiento militar fascista. En la Escola d’Estiu del año 1933 Célestin Freinet dió dos conferencias sobre la escuela activa y sobre el cooperativismo al servicio de la escuela y, en la Escola d’Estiu de 1935, asistió un grupo de maestros belgas para explicar los centros de interés de Decroly.

Toda esta labor de difusión de las ideas de la Escuela Nueva se esparció como una inmensa mancha de aceite dentro de la enseñanza pública en Cataluña. Las propuestas de pedagogos europeos como Montessori, Freinet, Decroly, Cousinet y los planes educativos como el plan Dalton o el método de proyectos y otros, eran conocidos y se aplicaban cada vez en más escuelas, tanto en el ámbito urbano como en el rural.

El esfuerzo por escolarizar a todos los niños que no asistían a la escuela hizo que se incrementase mucho la construcción de edificios escolares y la dotación de profesorado. El rápido incremento de la cantidad de maestros se puede comprobar en las siguientes cifras:

Província Maestros por 1.000 habitantes
1931 1935
Barcelona 0,80 1,09
Girona 1,81 2,38
Lleida 2,57 3,43
Tarragona 1,57 2,20

 

El esfuerzo y el entusiasmo que muchos maestros públicos de Cataluña dedicaron a la renovación pedagógica y a impulsar los ideales de libertad e igualdad de la República entre su alumnado hicieron que el magisterio catalán, al igual que el magisterio español, fuera uno de los sectores profesionales más castigados con el triunfo del franquismo.

 

La enseñanza en Cataluña durante la Guerra Civil

Con el fracaso del levantamiento franquista comenzará en Cataluña una etapa revolucionaria que, en el campo de la enseñanza, se concretará en el decreto del 27 de julio de 1936 de creación del Comité (más tarde Consell) de l’Escola Nova Unificada (CENU), el cual elaborará un proyecto escolar que se puede considerar revolucionario. Un proyecto que, desgraciadamente, se llevará a cabo parcialmente y en una situación anómala. Los principios generales del CENU se recogían en el preámbulo del decreto: “La voluntad revolucionaria del pueblo ha suprimido la escuela de tendencia confesional. Es la hora de la nueva escuela, inspirada en los principios racionalistas del trabajo y de la fraternidad humana. Hay que estructurar esta nueva escuela unificada, que no solo sustituya al régimen escolar que acaba de derrocar el pueblo, sino que cree una vida escolar inspirada en el sentimiento universal de solidaridad y de acuerdo con todas las inquietudes de la sociedad humana y a base de la supresión de todo tipo de privilegios.”

Las finalidades que se proponía alcanzar el CENU eran organizar el nuevo régimen docente de escuela unificada que debía sustituir a la escuela confesional, asegurar que se incorporaban los principios racionalistas del trabajo y que cualquier persona pudiera obtener los máximos estudios sin obstáculos ni privilegios. También se proponía coordinar los servicios de enseñanza del Estado, del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat.

El CENU emprendió, en tiempo de guerra, una tarea que pretendía cambiar tanto el concepto de la enseñanza en todo el sistema escolar como organizar un sistema nacional de educación para Cataluña. A esta tarea titánica se dedicaron muchos esfuerzos debido a la importancia que se daba a la educación para conseguir una sociedad más justa. Las directrices que movieron la acción educativa del CENU fueron: la escolarización total del alumnado, la sustitución de la enseñanza confesional por la escuela laica, la catalanización de la enseñanza, la formación del profesorado y la aplicación de los principios educativos de la Escuela Nueva como mejora en la formación del alumnado.

Con este decreto, el CENU se convirtió en la máxima instancia en la planificación educativa en Cataluña. La Generalidad de Cataluña, por decreto, asumió el funcionamiento de todas las instituciones docentes del Estado en Cataluña en todos sus grados. Este hecho dio lugar a un tira y afloja por los traspasos y los presupuestos de enseñanza entre el gobierno de la República y el de la Generalitat que duraría, sin resolverse, toda la guerra civil.

Como primera medida para poner en marcha el curso en octubre de 1936, el CENU procedió a hacer un recuento del censo escolar efectivo de cada pueblo, poniendo un énfasis especial en los niños sin escolarizar. A lo largo del mes de agosto se constituyeron las delegaciones comarcales que tenían que hacer llegar al CENU los datos estadísticos de su demarcación. En cada pueblo debía de haber una subdelegación con el objeto de: elaborar un censo escolar; el inventario del material disponible; un informe del estado de la escuela y las obras que era necesario hacer; y una propuesta de personal docente, indicando para cada caso su adhesión al régimen, así como un calificativo sobre su capacidad profesional. Toda esta información se enviaba a la Delegación comarcal para su tramitación de cara a organizar la enseñanza en toda Cataluña.

Los edificios de las escuelas religiosas y otros locales fueron incautados para conseguir locales para la escolarización total de los niños y niñas de primaria y acabar con el problema que representaba que una quinta parte del alumnado (unos 150.000 niños y niñas) no tuviera acceso a la educación. Durante el tiempo de su funcionamiento el CENU logró crear 128.000 plazas escolares, de las 150.000 que se calculaba que faltaban para llegar a la escolarización total del alumnado, aunque la situación de guerra no permitió que estas plazas estuvieran siempre situadas en edificios pedagógicamente adecuados.

El Plan General de Enseñanza del CENU estableció la escolarización básica entre los 0 y los 15 años y tenía como principios fundamentales: la educación para todos y en condiciones de igualdad, la posibilidad de que cada alumno progresara hasta donde llegaran sus facultades (independientemente de su origen social) y la suficiente coordinación entre todos los niveles de enseñanza para que todo el sistema educativo fuera una obra única.

 

El Plan General de Enseñanza del CENU estableció el sistema educativo más avanzado de la Europa Occidental

 

Después de la escuela primaria establecían múltiples opciones: escuelas de pre-aprendizaje, escuelas de aprendizaje, la Escuela del Trabajo o el Politécnico Básico (enseñanza teórico-práctica, opuesta al bachillerato clásico); posteriormente, las Escuelas Técnicas o la Universidad, así como las enseñanzas artísticas superiores (Bellas Artes y Bellos Oficios). El Politécnico de adaptación, creado en enero de 1937, ofrecía a los trabajadores y trabajadoras la posibilidad de acceder al nuevo sistema y de integrarse en la Universidad. La aplicación de este complejo y ambicioso plan de enseñanza no pudo hacerse efectiva por las circunstancias históricas del momento, excepto en una parte de los centros profesionales y en las etapas maternal y primaria.

La incautación de los centros escolares religiosos implicó la exclaustración de las órdenes religiosas que los regentaban y, también, la supresión de las escuelas parroquiales que llevaban muchos rectores de pueblo. Esto provocó una falta de profesorado que se tenía que cubrir urgentemente y, por consiguiente, un problema muy importante fue la provisión de maestros. Junto con la búsqueda de locales para emprender las nuevas escuelas, el CENU consideró el problema de la selección de los maestros de máxima urgencia.

La Generalitat, siguiendo la pauta nacionalizadora de la enseñanza que se marcaba entre los objetivos del decreto de creación del CENU, abrió una convocatoria de 2.500 plazas de maestro con la intención de crear un cuerpo de magisterio propio de Cataluña. La solución adoptada fue el nombramiento interino del personal docente necesario, según las propuestas de los sindicatos que se responsabilizaban de su valía personal y de su adhesión al régimen republicano. En estas plazas se dio preferencia a las personas con el título de magisterio o bien a estudiantes de las Escuelas Normales, pero también se incorporaron estudiantes universitarios y personas que habían terminado el bachillerato.

Este procedimiento permitió disponer del número suficiente de maestros para comenzar el curso escolar 1936-1937, pero también fue el origen de toda la serie de malentendidos y fricciones entre los dos grandes sindicatos que aglutinaban al profesorado: la FETE (Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza), dependiente de la UGT, y el Sindicato de Profesiones Liberales, que dependía de la CNT. También es cierto que el hecho de que un buen número de estos maestros no tuvieran título ni hubieran sido sometidos a ninguna prueba de selección puso de manifiesto, a pesar de que se reconociera a todos una única categoría, la necesidad de establecer unos criterios estrictos sobre la manera de regularizar su situación profesional.

El CENU, ante la falta de maestros, puso los medios necesarios para que en la Escola Normal de la Generalitat pudieran terminar los estudios en menos tiempo, organizando el curso en cuadrimestres; esta propuesta se puso en funcionamiento en marzo de 1937. Por otra parte se intentó mejorar los conocimientos de los maestros sin título a través de cursos y conferencias. También se procuró que la calidad de la enseñanza que se impartía en las escuelas mejorara y, por este motivo, se dispuso que los maestros debían llevar un libro-diario de la preparación de las clases, anotar observaciones además de estar obligados (al menos) a dos reuniones semanales con la dirección para hablar sobre el funcionamiento de las clases y una al mes con el objetivo de tratar los libros a consultar.

 

La catalanización de la enseñanza, junto con la coeducación y la gratuidad del sistema educativo, fueron tres de los grandes objetivos de la acción del CENU

 

El avance en la catalanización de la enseñanza fue otro punto en el que se hizo notar la acción del CENU; éste adoptó el bilingüismo para todas las escuelas de Cataluña. El decreto del 20 de septiembre de 1936 sobre lengua materna que lo regulaba hacía extensiva la utilización de la lengua propia (en la enseñanza pre-maternal, maternal y primaria) como única lengua y no introducía la otra hasta que el niño estuviera suficientemente formado en la nativa. Las dificultades de su aplicación hicieron prever que, en los casos en que la separación en grupos homogéneos fuera imposible, el maestro debía adaptarse a la lengua de cada niño.

Uno de los puntos más importantes de este decreto era que regularizaba la obligatoriedad del aprendizaje del catalán para todos los maestros a través de un certificado en el que se garantizaran sus conocimientos de la lengua catalana. El órgano responsable de otorgarlo fue la Direcció General d’Ensenyament del Català, (dirigida por Pompeu Fabra) y el Tribunal Permanent de Català. Se estableció un plazo, hasta el 31 de julio de 1938, para presentar el Certificado de la Generalitat, de lo contrario el maestro quedaría inhabilitado para enseñar en Cataluña. Aunque muchos maestros obtuvieron este certificado hay que decir que, al fin, los que no lo presentaron no fueron separados del servicio debido a la falta de profesorado.

De acuerdo con los principios educativos recogidos en la constitución republicana, el CENU introdujo la coeducación entre los objetivos a alcanzar por la nueva organización escolar. Se consideraba que la coeducación formaba parte de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres ya que, a través de ella, se daban las mismas oportunidades educativas y formativas a niños y niñas sin que la separación por sexos sirviera de pretexto para perpetuar un sistema educativo que preparaba a los niños para la vida profesional y a las niñas para las tareas del hogar y las ponía al servicio del hombre. Además, se veía la coeducación como una integración de la escuela en la sociedad ya que naturalizaba dentro del ámbito escolar las relaciones entre sexos. Es por ello que un decreto, publicado el día 1 de octubre de 1936, estableció la coeducación como norma general en todas las escuelas catalanas y en todos los grados de la enseñanza. En el contexto social actual, donde los papeles sociales de hombres y mujeres están muy igualados, es difícil de valorar la importancia de esta disposición que, en su momento, se consideró como revolucionaria.

El contexto bélico y las mismas diferencias de criterio que se producían dentro de las fuerzas republicanas dificultaron la aplicación universal a todo el sistema educativo debido a los numerosos cambios que conllevaba el Plan General de Enseñanza. Los bombardeos, la entrada de las fuerzas franquistas en territorio catalán el año 1938 y la falta de alimentos hicieron, hacia el fin de la guerra, que la asistencia escolar de los alumnos disminuyera considerablemente por el temor de los padres a separarse de sus hijos y por la necesidad que muchas familias tenían de los niños para hacer colas en el racionamiento o pequeñas tareas familiares. Las diferencias sindicales entre la FETE-UGT y la CNT y los Hechos de Mayo de 1937 (que enfrentaron entre sí diferentes partidos políticos y sindicatos favorables a la República) también debilitaron la efectividad de la labor educativa del CENU. La llegada de numerosos refugiados, fugitivos del avance de las fuerzas fascistas, procedentes de diferentes lugares de España, incrementó la población escolar que era preciso atender y escolarizar. Sin embargo, los avances que introdujo el CENU en la enseñanza de Cataluña significaron un paso adelante importantísimo en la modernización de la escuela que, desgraciadamente, fue interrumpido por la fuerza de las armas.

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