Los maestros de la República en Manresa.
Trayectorias, pedagogías y depuraciones

Los progresos pedagógicos durante la República en Cataluña

Querían que el maestro y el niño fueran 
los primeros ciudadanos de la República

La proclamación de la Segunda República (14 de abril de 1931) ilusionó y llenó de esperanza a buena parte de la población. Los nuevos gobernantes republicanos creían firmemente que una buena educación escolar aseguraría la permanencia del ideal republicano. Querían que el maestro y el niño fueran los primeros ciudadanos de la República. El presidente Azaña afirmaba que “la escuela pública debía ser el escudo de la República”. En este sentido trabajaron los ministros Marcelino Domingo (radical socialista y antiguo maestro) y Fernando de los Ríos (socialista y miembro de la Institución Libre de Enseñanza), y también el director general de Instrucción Pública Rodolfo Llopis (socialista y maestro). Pensaban que invertir en educación era básico para modernizar el país y consolidar una sociedad democrática.

Los principios pedagógicos de la Escuela Nueva habían sido asumidos por los intelectuales y políticos republicanos españoles, y fueron introducidos en la Constitución republicana de 1931. La organización del sistema educativo se basaría a partir de entonces en los principios de la escuela unificada, gratuita, obligatoria y laica, donde se reconocía la libertad de cátedra y se proponía una nueva pedagogía basada en el trabajo.

Entre 1931 y 1933 se aprobaron decretos referentes a la enseñanza primaria, a la Escuela Normal de Maestros y a la escuela laica. En cuanto a la Escuela Normal es importantísimo destacar el nuevo plan de Magisterio (el Plan Profesional) que constaba de cuatro años de formación para ejercer el magisterio. Los tres primeros cursos eran de formación y el cuarto consistía en unas prácticas junto a un buen maestro. El objetivo era dignificar la enseñanza pública a través de un profesorado bien formado.

En Cataluña el apoyo a la República fue mayoritario y, además, iba unido a la ilusión por la recuperación de las libertades nacionales a partir de la consecución de un Estatuto de Autonomía que respondiera a los deseos de libertad de los catalanes. Los diferentes escollos que tuvo que superar el Estatuto de Núria (votado por una amplia mayoría de los catalanes en 1931) en el Congreso de los Diputados español hasta llegar a promulgarse el Estatuto de Autonomía de 1932, hicieron que la amplia autonomía a la que aspiraba el pueblo catalán se viera sensiblemente reducida.

En el Estatuto de Núria se establecía que correspondería a la Generalitat la legislación exclusiva y la ejecución directa en todos los grados de la enseñanza, pero en el Estatuto de 1932 se mantuvieron todas las competencias del estado central en enseñanza dentro del territorio catalán. El Estado español se reservó el derecho de seguir creando y manteniendo sus propias escuelas dentro de Cataluña y asumió todo el control de la organización escolar mediante el derecho exclusivo de expedir los títulos académicos y profesionales y la responsabilidad de la inspección de la enseñanza.

Sólo se reconoció a la Generalitat el derecho a crear sus propias escuelas, aparte del reconocimiento del bilingüismo en la enseñanza escolar; dicho de otro modo, el Estatuto de 1932 establecía una doble red educativa en Cataluña: la estatal y la de la Generalitat, con todas las consecuencias negativas que esto podía acarrear a la larga. Además, no se concedía ninguna dotación económica especial para que la Generalitat creara su red educativa sino que esta, en todo caso, tenía que confiar única y exclusivamente en su presupuesto. A pesar de esta limitación de base, la Generalitat de Cataluña recogió y potenció todo el bagaje educativo acumulado desde principios del siglo XX hasta llegar a formular y organizar uno de los planes educativos, el Plan General de Enseñanza del CENU, uno de los mejor estructurados y progresistas de la Europa de los años treinta del siglo pasado y en el que se incorporaban plenamente las mejoras pedagógicas y el modelo escolar de la Escuela Nueva.

La realidad escolar en Cataluña a principios de la época republicana era bastante diversa. Existía la red estatal de escuelas públicas y la Generalitat podía empezar a crear su propia red escolar. El Ayuntamiento de Barcelona, a través del Patronato Escolar, tenía su propia red de escuelas municipales. A las tres redes que podemos considerar públicas, se añadía una extensa red de escuelas religiosas masculinas y femeninas, así como las academias privadas y las escuelas racionalistas, muchas de las cuales estaban bajo la tutela de los ateneos. A pesar de la diversidad de escuelas, la tasa de analfabetismo en Cataluña era desproporcionadamente elevada para un país industrializado europeo; el analfabetismo afectaba a la tercera parte de la población y una cuarta parte de la población infantil en edad escolar no recibía ningún tipo de enseñanza, estaba mal escolarizada o corría por la calle.

La obra escolar de la Generalitat convirtió Cataluña 
en un país líder en la pedagogía en Europa.

La obra escolar de la Generalitat fue enorme en el corto período de tiempo en que pudo actuar y a pesar de las dificultades que imponían las sacudidas políticas de este período. Un personaje clave en la ordenación de la política educativa catalana fue Joaquim Xirau (1895-1946) catedrático de lógica y teoría del conocimiento de la Universidad de Barcelona, nacionalista y socialista reformista. Gracias a su iniciativa se creó la Escola Normal de la Generalitat, en 1931, para formar a los maestros que debían nutrir la red de escuelas configurada desde Cataluña; fundó el Institut-Escola como revulsivo de la renovación de la enseñanza secundaria que, hasta entonces, había sido prácticamente impermeable a las ideas de renovación pedagógica y, además, estaba monopolizada por el Estado español; también creó el Seminario de Pedagogía, germen de la futura sección de la Facultad de Filosofía y Letras y Pedagogía de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Aprovechando el decreto de bilingüismo del 19 de abril de 1931, la Generalitat, el 7 de mayo del mismo año, creó el Comité de la Lengua, que fue el organismo encargado de organizar la normalización de la enseñanza en catalán, mediante la publicación y difusión de textos escolares y de la enseñanza de la lengua a los maestros; formaban parte de ella: Joaquim Xirau (como presidente), Manel Ainaud, Alexandre Galí, Pompeu Fabra y Cassià Costal. Pocas semanas después, en junio, el gobierno provisional de la República dispuso que en cada una de las cuatro Escuelas Normales de formación de maestros de Cataluña se estableciera una cátedra para el conocimiento y metodología didáctica de la lengua catalana; el filólogo Pompeu Fabra fue su nombrado inspector para asegurar la corrección lingüística de estas cátedras.

La Generalitat retomó las Escoles d’Estiu, restablecidas por la Diputación de Barcelona en 1930, tras el paréntesis de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que servían para la formación del profesorado y la difusión de las ideas renovadoras en la enseñanza. Estas escuelas de verano se celebraron hasta el año 1935 ya que la de 1936 se tuvo que suspender a causa del levantamiento militar fascista. En la Escola d’Estiu del año 1933 Célestin Freinet dió dos conferencias sobre la escuela activa y sobre el cooperativismo al servicio de la escuela y, en la Escola d’Estiu de 1935, asistió un grupo de maestros belgas para explicar los centros de interés de Decroly.

Toda esta labor de difusión de las ideas de la Escuela Nueva se esparció como una inmensa mancha de aceite dentro de la enseñanza pública en Cataluña. Las propuestas de pedagogos europeos como Montessori, Freinet, Decroly, Cousinet y los planes educativos como el plan Dalton o el método de proyectos y otros, eran conocidos y se aplicaban cada vez en más escuelas, tanto en el ámbito urbano como en el rural.

El esfuerzo por escolarizar a todos los niños que no asistían a la escuela hizo que se incrementase mucho la construcción de edificios escolares y la dotación de profesorado. El rápido incremento de la cantidad de maestros se puede comprobar en las siguientes cifras:

Província Maestros por 1.000 habitantes
  1931 1935
Barcelona 0,80 1,09
Girona  1,81  2,38
Lleida 2,57 3,43
Tarragona 1,57  2,20

  

El esfuerzo y el entusiasmo que muchos maestros públicos de Cataluña dedicaron a la renovación pedagógica y a impulsar los ideales de libertad e igualdad de la República entre su alumnado hicieron que el magisterio catalán, al igual que el magisterio español, fuera uno de los sectores profesionales más castigados con el triunfo del franquismo.