Los maestros de la República en Manresa.
Trayectorias, pedagogías y depuraciones

La renovación pedagógica de la enseñanza en Manresa

Entre los años 1931 y 1939, gracias a todo el trabajo que habían desarrollado los maestros y las instituciones catalanas desde principios de siglo y el empuje que les proporcionó la acción de gobierno de la Generalitat republicana, se fueron difundiendo en las escuelas una serie de prácticas pedagógicas como el diario de clase, la corrección colectiva, el trabajo en grupo, el cine, el uso pedagógico de la imprenta, las excursiones de conocimiento del medio, actividades y metodologías que, con el franquismo, quedaron abolidas de la práctica escolar durante casi 30 años hasta que fueron puestas de nuevo en práctica por la escuela activa de los años sesenta y setenta del siglo pasado.

El maestro manresano Hermenegild Lladó expresaba claramente este espíritu renovador en un artículo que publicó el periódico El Dia el 18 de enero de 1932. En este artículo señalaba que: “Desde ahora, con el apoyo firmísimo de unas disposiciones oficiales, los maestros, viejos detractores de los avances que no son capaces de conseguir, callarán, y los padres de los chicos estarán más convencidos de que lo que hace el maestro joven está bien. La circular aludida (de la Dirección General de Enseñanza) en la que se ordena que los Consejos y los Inspectores se interesen por una renovación eficaz y radical de la escuela y de la enseñanza primaria, al menos esta eficacia deberá defender a los maestros de espíritu moderno y darles carta de naturaleza en nuestro país.

El edificio del Grup Escolar Renaixença fue la obra más representativa de la renovación pedagógica por la que se trabajaba desde el gobierno de la Generalitat y el Ayuntamiento de Manresa. La renovación que representaba esta nueva escuela correspondía tanto a la concepción del edificio como a los métodos pedagógicos que se pusieron en práctica.

El edificio de la escuela fue proyectado por el arquitecto municipal, el manresano Pere Armengou (1905-1990), el cual aplicó los principios del racionalismo constructivo de acuerdo con las corrientes arquitectónicas europeas más modernas que encabezaban entonces arquitectos como Gropius , Mies van der Rohe y Le Corbusier y que en Cataluña representaba el GATCPAC (Grup d’Artistes i Tècnics Catalans per al Progrés de l’Arquitectura Contemporània).

Además de su modernidad arquitectónica, hay que valorar que el edificio del Renaixença fue proyectado pensando desde el primer momento en las necesidades pedagógicas de los niños y niñas que lo tenían que ocupar. El proyecto del arquitecto fue situar el edificio al fondo del solar donde debía estar emplazado en la parte más elevada del terreno, y hacer una gran fachada frontal, con orientación sureste, para que el edificio no proyectara sombras sobre el patio y las aulas tuvieran el máximo de iluminación natural. Los campos de juego se proyectaron delante, para evitar las sombras y conseguir el máximo soleamiento, y en dos niveles diferentes para ganar el desnivel del terreno.

El Grup Escolar Renaixença fue el centro 
 de la renovación pedagógica en Manresa.

El arquitecto tuvo en cuenta, en cada aula, una serie de condiciones: una visión y audición correctas y una ventilación, iluminación y orientación adecuadas. Pere Armengou dio instrucciones precisas de cómo debía ser el mobiliario escolar. En las aulas de parvulario se dispuso que los alumnos se sentaran en grupos de cuatro en torno a una mesa cuadrada, mientras que en las aulas de primaria los alumnos se sentaban en pupitres móviles de dos en dos. Todo el mobiliario se podía mover para facilitar agrupaciones diferentes del alumnado.

Las medidas del mobiliario se adaptaron a la estatura de los pequeños y la disposición de las estanterías de las aulas se hizo para que pudieran acceder a ellas cómodamente sin tener que ponerse de puntillas o subirse a las sillas. Tal como decía Pere Armengou en un informe: “Pedagógicamente es necesario que permita una movilidad y una adaptación a las diversas actividades que se desarrollan en un mismo local, prescindiendo de la rigidez característica del mobiliario escolar tal como se concebía antiguamente, el cual encarcelaba al alumno dificultando sus movimientos naturales y facilitándole en cambio la adquisición de una serie de vicios de posición de corrección dificultosa.

El edificio del Renaixença comprendía un total de 14 aulas, con una capacidad máxima para 700 alumnos. Además de las aulas, había una gran sala de gimnasio, una sala de juegos, dos salas para trabajos manuales, un laboratorio químico, un taller de iniciación profesional, un departamento destinado a lecciones de cocina, la sala de exposiciones escolares, la cantina, la biblioteca, un servicio de reconocimiento médico-sanitario y un servicio de duchas. Un conjunto de instalaciones totalmente pensadas para conseguir una buena calidad educativa al servicio de los niños. Antiguos alumnos manresanos del Renaixença recuerdan que se utilizaba el método Montessori en las aulas de parvulario y que se hacían muchas salidas, a pie o en autocar, y clases al aire libre, lo que era toda una novedad dentro del sistema educativo que predominaba entonces. También se celebraban muchos festivales y determinadas actividades de los alumnos se filmaban y se hacían reportajes.

El edificio del Renaixença incluía 14 aulas 
para dar clase y 12 aulas especializadas 
dedicadas a diferentes servicios escolares.

Todo este esfuerzo en las condiciones materiales y las instalaciones del edificio se vio completado con la dotación de un profesorado que era sensible, en la mayoría de los casos, a la aplicación de las técnicas pedagógicas de la escuela nueva, pese a las dificultades que representaba que la provisión de plazas de maestro tuviera que hacerse a través del concurso estatal por ser una escuela nacional. En el curso escolar 1935-1936 se utilizaban, en algunas clases del centro, las técnicas Freinet en el aprendizaje y los niños estaban organizados en un sistema cooperativo. Una buena muestra del talante de la mayoría del profesorado de la escuela es que en el proceso de depuración que hicieron los organismos franquistas en 1939, de los 17 maestros del Grup Escolar Renaixença, cuatro fueron expulsados de la enseñanza, y dos más fueron trasladados forzosamente durante cinco años fuera de Cataluña debido a sus ideas progresistas y catalanistas.

Aparte de la importancia señera del grupo escolar Renaixença como centro representativo de la educación que quería la República para los niños, en Manresa se produjeron en esta época otros cambios en los sistemas de enseñanza. Una persona muy representativa en este sentido fue el maestro Josep Albagés (1877-1964) que fue miembro de la Comisión de Cultura del Ayuntamiento; profesor de Lengua Catalana, delegado de la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana; promotor de la Escola d’Estiu, y delegado de la Asociación de Maestros Nacionales del partido judicial de Manresa. Su escuela, instalada en el antiguo convento de Sant Domènec y trasladada en 1931 al ala izquierda de la planta baja del Instituto, fue un centro de renovación pedagógica reconocido en todo Manresa por su calidad educativa.

Un ejemplo especialmente destacable de la metodología renovadora de la escuela del maestro Albagés es el Cuaderno de Rotación, el diario de clase donde se registraban diariamente las actividades de la escuela. Cada día un alumno se encargaba de redactar la crónica y, con la corrección previa del maestro, escribía en el cuaderno. Se anotaban los hechos ocurridos en la clase, los ejercicios, las visitas, las excursiones realizadas y otros datos de interés. Otra actividad renovadora era que cada miércoles, un alumno escogía un tema sobre el que preparaba una conferencia, otro alumno hacía de cronista y, al final, entre toda la clase, se hacía el resumen y se escribía en el cuaderno correspondiente. 

La Escuela Preparatoria de ingreso al bachillerato del instituto inició sus actividades el 16 de noviembre de 1931, después de haber sido oficialmente aprobada. El entusiasmo de su maestro, Josep Martínez Aguado, hizo que se introdujeran nuevos métodos pedagógicos aunque había dificultades por la elevada ratio de alumnos por maestro, tal como explicaba él en un artículo publicado el 17 de febrero de 1932 en el diario El Dia: “Hoy son muchos los maestros que siguen métodos activos, eligen centros de interés y hacen realizaciones, pero todos luchan con la dificultad del excesivo número de alumnos; necesario un trabajo imposible de realizar para obtener resultados, como todos desearíamos, con matrículas de cuarenta y más niños (...) el maestro empleará solamente método activo, formará equipos de niños para trabajar solos, desvelará aptitudes haciendo que el niño piense y abra según un motivo buscado por él, nunca por el maestro.

Un aspecto interesante de la renovación pedagógica fue la actividad de la escuela racionalista del Ateneo Obrero Manresà. Los objetivos y valores de este tipo de escuela se basaban en la coeducación, la potenciación de las tareas colectivas y los grupos de trabajo, el fomento del contacto con la naturaleza, la atención a la educación artística, la importancia concedida a los trabajos manuales y a los intercambios escolares con otros centros. También cabe destacar que este centro racionalista, al contrario que muchos otros del mismo talante, promovió la enseñanza del y en catalán en sus aulas.

La práctica de la coeducación, lo que actualmente se considera natural en todas las escuelas, fue otra de las innovaciones pedagógicas que se extendieron durante el periodo republicano y, sobre todo, a partir de las directrices que desarrolló el CENU. La práctica coeducativa era una demostración práctica de la igualdad entre hombres y mujeres y ayudaba a la consolidación de una sociedad democrática e igualitaria donde las mujeres fueran miembros activos y recibieran la misma enseñanza que los hombres. Hay que decir que este fue uno de los aspectos que socialmente planteó más polémica y que fue radicalmente combatido por las escuelas confesionales, las asociaciones católicas y los partidos de derecha, ya que era considerada una alteración del orden natural de las cosas y fuente de depravación moral.